Siempre que me preguntan que si lo hubiera hecho de saber todo esto, la repuesta que doy es: no. Es algo totalmente personal. No quiere decir que me arrepienta. Solo que soy exigente conmigo misma en demasía, lo que me hace vivir episodios recurrentes de frustración, pensando que podría hacer un mejor trabajo (quienes son ñoños/as entenderán este demonio del que hablo).
Este es mi testimonio, mis 10 “porqués” no debieran hacerlo:
- Se rompe la vida. Es como un reset. Hay un antes y un después de entrar a ese infierno. Antes del doctorado: se tienen amig@s, vida social, familiar y hasta amorosa, momentos de descanso y ocio (¡Oh! Ocio, te recuerdo como si hubieras sido mi primera novia: con nostalgia y como un recuerdo muy lejano de una etapa de inocencia). Y no es que le dediquemos 24/7 al doctorado en acciones, pero mental y emocionalmente ocupa el mayor porcentaje de nuestras vidas.
- Proceso de pérdida. Al inicio parece que todo va bien: haces trabajos, avances. Pero conforme lees e invetigas, el cerebro se adentra en un laberinto de exceso de información, que difícilmente se puede compartir con alguien. Porque pobres, ¡qué culpa tienen quienes nos rodean que uno esté en proceso de enloquecimiento voluntario! Entonces, se transforma en una introspección que te hace viajar mentalmente hacia otro universo, uno solitario, en donde viajan y convergen todas nuestras ideas y confusiones sobre el tema que investigamos. Y así, poco a poco, vamos perdiendo contacto con el mundo. Yo recuerdo -y aun los tengo- días en que estoy con personas en el trabajo, en alguna reunión, y solo asisto físicamente. Mi mente está con la tesis.
- Invasión del mundo de los sueños. He preguntado sobre esto a quienes ya terminaron sus posgrados y admiten haber soñado con la tesis durante el proceso. Yo, como al tercer año empecé a soñarla. Lo que significa que me despertaba en las madrugadas pensando en ella, en el plazo de entrega de avance que estaba por vencerse, alguna idea sobre un nuevo párrafo, si me había atorado en algún punto, o pensando que mi trabajo no aportaba nada novedoso. El día que le dije a mi tutora: “Dra. ya sueño la tesis, ¡es literal!” Su respuesta fue: “entonces vas por buen camino. Sigue así”. Comprendí que es un paso obligado en el tránsito por dicho infierno. Se los paso al costo.
- Estrés, ansiedad y agotamiento. No dudo que hay personas que son más prácticas, pero una ñoña o un ñoño jamás se puede tomar a la ligera el estudio. El último año y medio, me he sentido agotada (física y mentalmente). Aun cuando uno se revela un fin de semana para descansar, el cuerpo está en la cama frente a la TV o con un libro, pero la mente piensa en que podría estar avanzando en la tesis.
- Los momentos de rebeldía salen súper caros. Valoren cuándo. De repente me daban arranques de desesperación en los que quería aventar la computadora, hacer una pira con los libros y apuntes del doctorado, quemarlos y danzar alrededor de la hoguera. en una especie de exorcismo académico. En la realidad, sin fuego ni nada extremo, me daba una que otra escapada al mundo de los vivos. Pero… si me daba un fin de semana de vacaciones, o unas semanas para hacer otras actividades o distraerme, la factura llegaba con intereses. Me metía unas friegas de trabajo en la tesis, de tipo jornalera en latifundio. Pero quienes estudian, saben que los tiempos son fatales.
Para no agotarlos/as, dejaré mis quejas y pesares académicos hasta aquí. En unos días les compartiré las otras 5 razones para no estudiar un posgrado. Porque créanme, aun no termino de llorar mis penas escolares. Y estoy segura que se pueden identificar y comprenderlas, incluso sumarle.
Porque si hay algo cierto es que, las personas ajenas a estos procesos que nos escuchan o nos ven padecerlo, nos miran con expresión de: ¡qué exagerados! O se hartan de escuchar nuestros lloriqueos una y otra vez. ¡O peor! Nos aplican el clásico comentario que odio con todo mi corazón: “¿y para qué estudias tanto?” Lo aborresco.
Ahora que he escrito mis primeros “porqués”, empiezo a empatizar con que no comprendan: por qué carajos seguimos estudiando.
La verdad es que: cada uno/a tenemos nuestras razones. Siempre hay algo que nos motiva a seguir en caminos sinuosos, incomprensibles para muchos, a veces para nosotros mismos.